«I think there are two distinct trends at work here. One, the popularity and adoption of the stream as a form of social conversation. And the other, the conversion of realtime information into value that can be consumed outside the stream. Or to put it another way, the value of being in the flow, and of watching it from the river’s edge.»
Adrian Chan, Activity Streams: Content and Flow
La mayoría de la información sobre los acontecimientos del mundo es gracias al conocimiento de oídas que tenemos de él. Está claro que esta mediación está moviendo sus polos vertiginosamente y que la forma en que nos lo contamos es una parte fundamental de nuestras acciones.
La web se está transformando otra vez. Una forma distinta de recibir la información está ganando terreno en nuestras computadoras y últimamente también en nuestros teléfonos. Se nota, por ejemplo, en el uso cada vez más extendido de Twitter: aun cuando cada día hay más usuarios cada vez vemos menos la ballena; o en la intención de Facebook de actualizarse más fácil y con más frecuencia. Igualmente se nota en la manera de leer los Blogs, las noticias o las actualizaciones en Flickr o Tumblr a través de suscripciones de rss y clientes; también se puede ver en las últimas versiones de TweetDeck o Seesmic que cada vez concentran mejor nuestras cuentas en las redes sociales o feeds de noticias. Todos se están actualizan cada vez más rápido y mejor, casi al instante. Esto es posible porque la tecnología está cambiando, mejorando para permitir que más actualizaciones lleguen más pronto a más gente sin congestionar la plomería de la red.
Estas nuevas tecnologías, para administrar la inmensidad de la red en tiempo real, se vuelven útiles, necesarias o interesantes porque podemos hacer un comentario sobre cualquier cosa o también sacar una foto de lo que sea en cualquier lugar y subirla inmediatamente -claro, con una cuenta móvil de datos es más fácil-, en donde se distribuirá casi en automático gracias al rss, rss cloud, PuSH o a Twitter o Facebook sin colapsar los servidores. Millones de mensajes, búsquedas, descargas, actualizaciones, transmisión de imágenes, videos y posiciones de GPS enviados cada minuto y distribuidos inmediatamente para ensanchar un flujo de información que cada vez se filtra de modos más sofisticados (esto será motivo para otro post).
Por ejemplo, últimamente me da por escribir en el pesero (un «autobús» de transporte público en el D.F.), y subir los posts mientras voy al trabajo o ir tuiteando en el camino. (Para hacer actualizaciones en Twitter desde un teléfono GSM, es decir, sin tener una cuenta de datos, existe Twittea.me que funciona con SMS, por lo menos en la ciudad de México). Estas cientos de miles, probablemente millones de actualizaciones por minuto que fluyen en todas direcciones las podemos leer o ver tan pronto estén disponibles: es decir, la «red en tiempo real» de la que han estado hablando en el blog RWW.
Si hiciéramos una división de cómo accedemos a esta información, por un lado quedarían los textos que reproducen la linealidad de los formatos impresos (como el .epub por ejemplo) en los que la forma de leer es continua, incluso considerando sus hipervínculos: tienen normalmente solo un autor, planeación y diseño de la lectura. Aclarando que siempre depende de la presentación y de la manera en que se acceda a ellos. Formatos como el html y, por ejemplo, los blogs no pertenecerían automáticamente a esta categoría. Es en cambio su distribución y recuperación por parte de los lectores/usuarios lo que los definiría.
Por el otro lado estarían los formatos o plataformas de lectura que son fragmentarios, discontinuos y en los que los lectores saltan constantemente de un tema al siguiente de un modo mucho más violento y mucho menos planeado que con los primeros hipertextos y que además tienen varios autores. Aquí, en esta segunda categoría, estarían los nuevos feeds al estilo rss, Twitter, Lattitude, Facebook cada vez más y todos los flujos de texto en tiempo real cuya autoría es múltiple y genera una lectura todavía más dispersa. Mientras sucede se va convirtiendo en algo más parecido a una conversación social a gran escala con lectores simultáneos que están agregando contenido permanentemente.
Esta cascada de información que nos llega de lugares distintos con actualizaciones cada vez más «frescas» es una nueva forma de leer, escribir y, posiblemente, convivir. Estoy seguro que será tema de un largo debate en los meses o años por venir. Un debate sobre la seguridad y la intimidad, el aprendizaje y el entendimiento. Pero lo cierto es que está pasando, es una narración distinta, una narración de la vida cotidiana que contamos nosotros y leemos nosotros mientras pasa. Parte de su originalidad está en la rapidez de distribución, prácticamente de inmediato, y en el volumen. Tres o veinte o doscientas líneas de pensamiento más o menos coherente sucediendo de un modo paralelo sin necesariamente tener que ver unas con otras. Al principio parecen una serie inconexa de monólogos que se desvanecen en una sintaxis de por sí inexistente pero que se conectan durante la lectura. Esta cohesión cobra fuerza al momento de estar comentando un acontecimiento común a todos y es entonces que su resonancia cobra todo su sentido. Puede ser que la referencia más cercana esté en los monólogos del Ulises de Joyce o incluso más precisamente en las primeras páginas de la Señora Dalloway en donde las distintas perspectivas se conectan por el sonido de las campanadas del Big Ben.