La obra escrita y dirigida por Alejandro Ricaño se conecta rápido con el público para encontrar rápido la risa. Confieso que me costó unirme a las risas genéricas. En parte porque me distrajo la algarabía y risa de los demás (creo que la fama de la obra la precede ya) y en parte por que después de leer el texto me quedé con la impresión de que las soluciones (casi) siempre se encontraron buscando ese efecto y eso no era para nada lo que esperaba. Supuse que la obra que tanta fama ha acumulado tendría que alejarse de los chistes fáciles que se pueden sacar del texto para llevarlos a un punto en el que seducirían al espectador con las interpretaciones.
Sin embargo, al final la obra se resuelve de la mejor manera: alcanza una sencillez envidiable a la hora de contar una historia. Para entonces ya era yo quien se partía de la risa y el resto del público estaba atrapado y serio (eso sin duda me ayudó).
Más pequeños que el Guggenheim se presenta en segunda temporada en el Centro Cultural del Bosque en la sala Xavier Villaurrutia los viernes, sábados y domingos.