Texto para la presentación de Función de repulsa por Isaí Moreno
Luis Panini es un autor particular. Regio radicado desde hace tiempo en L.A., empieza a ocupar ya su sitio en el panorama de las letras mexicanas. Su visibilidad empezó siendo ganada a pulso con dos obras cuentísticas publicadas en CONARTE y —como una gran mayoría de autores consagrados— en la editorial de referencia Tierra Adentro, sí: el (a)salto inicial al mundo literario.
Casi por definición, hablar de una colección de cuentos es más difícil que hacerlo de una novela. Una crítica literaria española decía que leer una novela es más fácil que leer un libro de cuentos, no porque el lector de novela sea perezoso, sino que la naturaleza del género le permite estar permanentemente en un mismo mundo, y una reunión de cuentos requiere un cambio sucesivo de switch, volver a entrar en otro sitio, mood, etc. Empero, la unicidad del mundo de Panini, nítido, diríase aséptico, nos minimiza ese desgaste. Estamos en el mismo sitio, sólo cambiamos la perspectiva, el enfoque de la lente, y por tanto nos maravillamos de un nuevo modo cada vez.
Desde el primer libro de cuentos Panini consolidó una voz, definió su aliento narrativo y dejó claro que posee el control de cada pieza de su universo narrativo.
Es tema de discusión el asunto de cuánto -o no- ha evolucionado el género del cuento, si éste se anquilosó en algún momento de la historia, etc. Lo cierto es que en el panorama mexicano, y pese a cualquier pronóstico pesimista, el cuento tiene un excelente estado de salud, ya sea en su existencia como género solitario, i.e., apareciendo en suplementos, revistas, plaquettes (aquí acoto, y me responsabilizo de ello, mi creencia de que es éste el mejor caso para el cuento, para no obligarlo a convivir en hacinemiento con otros de su especie), o bien, cuentos aparecidos en antologías que dan un muestrario y menú para que el lector elija. Pero hasta en el caso de una colección de historias perteneciente a un mismo autor, hay muestras de que el género del cuento está vigoroso, y para ello podemos citar el caso de David Miklos, Yussel Dardón, José Luis Zárate, Zamara González, Lola Ancira, Antonio Ortuño y el mismo Panini entre muchos otros.
(Es llamativo también que fondos editoriales como Tierra Adentro, y en particular CONACULTA, estén apostando por el apoyo económico a editoriales independientes para elaborar antologías, inluso en su formato electrónico amén de su distribución libre, accesibles para que nadie tenga el pretexto de la falta de economía para no leer, y para ello tenemos el caso de Aquí hay dragones y 22 voces, esta última editada por Malaletra Libros).
Quienes han leído a Luis Panini deben sospechar de un debate existencial por elección entre el cuento y la novela, porque como novelista se ha hecho notar con El uranista (válgaseme la rima) y Esquirlas, obras que, insisto, no hacen sino refrendar el don del autor para controlar los elementos de un mismo universo, completamente propio y legítimo, porque Luis nunca juega a la persecución de temas que no le competen -ni a nosotros-, por el contrario, ejemplifica la importancia del artista para agenciarse sus propia temática, aun cuando sea perturbadora o delirante. Algo más, la literatura de Panini no es novedosa: es original.
¿Qué es Función de repulsa? Se trata de un experimento curioso de reconstrucción, el armado de una pieza peculiar a partir de dos libros que desde el principio me maravillaron: Terrible anatómica y Mala fe sensacional. De una vez me apresuro a los elogios, a declarar la admiración que Luis Panini me hizo depararle. Del papel, sus cuentos saltaron a la aventura del libro electrónico con Malaletra libros, o debiera decir libro interactivo, por la versión en .epub barajable, que reta al lector con algo que veo por vez primera: dejar al azar la posibilidad de un nuevo asombro lector.
Volvamos a Función de repulsa. Los cuentos breves y de mediana extensión que lo conforman delatan de inmediato el afán perfeccionista de Panini, también, por supuesto, estructural y arquitectónico. ¿De qué otro modo se puede tratar, si no, una colección de historias donde aparecen cuerpos con amputaciones, genéticas violentadas, enfermedad, morbo y absurdo? Vaya maestría la requerida para extraer estos elementos del tremendismo y colocarlos quirúrgicamente en la bandeja acerada y aséptica de la buena literatura.
Tenemos más: algunos de los cuentos de Función de repulsa aluden a la imagen de maneras insólitas, desconcertantes si es que no estamos preparados, y que es mejor no intentar comprender. Me hago la ilusión de que muchas de esas historia son propias de un mundo hiperbólico, de un Baudrillard exponenciado, o de una fusión desasosegante —en cierto espacio de coordenadas narrativas— entre Walter Benjamin y James Graham Ballard.
Desde la experiencia aleatoria del ebook interactivo, fue interesante ir de un Panini obsesivo-compulsivo (hablo del cuento T.O.C.) al Panini erudito e irónico de Cinco actos de mala fe capturados en celuloide. Si de ironía, o digamos, humor negro se trata, no, mejor dicho, de metaabsurdo contemporáneo, tenemos como muestra el instructivo detallado de (para desfigurarle el rostro a una doncella).
Hay autores que se permiten el sarcasmo y saben ser lúdicos a la par, porque sólo con lo lúdico se transforma el sarcasmo -por definición una pretendida y malograda ironía- en algo digno de narrarse. El autor de Función… logra ser uno de esos escritores y para muestra tenemos Best Seller.
Creo que la meticulosidad de Panini se concreta en Terrible anatómica, un cuento/bitácora hiperbólico, demente y calibrado con algún instrumento de precisión, además de ser humorístico y cruel. En pocas palabras, aquí se reúnen todas las obsesiones de Luis Panini, al que a su modo vemos asomando en el microscopio de un Pasteur indolente para diagnosticar la presencia del Mycobacterium leprae en el interior de su personaje y elaborando un final narrativo de paradoja.
Queda en Panini respondernos si el cuento es construcción arquitectónica, diagrama de Venn, pieza en tres actos o expresión dramática (nudo incluido) del flujo de la demencia.
Reitero mi celebración y bienvenida a esta edición electrónica de Función de repulsa, invitando a acercarse a los paisajes, hallazgos emocionales, voz o voces y osadía narrativa de este autor fascinante, crítico de las infamias de nuestra época y con la silenciosa sabiduría de eso que nos horroriza pero nos fascina, lo que no queremos ver y seguimos viendo, con los ojos abiertos para siempre.