Tomado de Lectura Lab
International Publishers Association ha presentado un informe sobre el efecto que el precio fijo de los libros (FBP siglas en inglés) tiene en distintos países: su historia, antecedentes, beneficios y desventajas.
Este sistema de fijación de precios lleva en funcionamiento desde hace más de ciento cincuenta años. La mayoría de los países con una industria importante en el sector del libro ha introducido en algún momento un mecanismo para fijar el precio de los libros. Países como Francia o Alemania consideran esta tendencia importante para mantener una industria editorial sostenible. Los países nórdicos y anglosajones, por su parte lo consideran una medida irracional y poco productiva.
No existe un estándar a la hora de fijar el FBP. En algunos países es el Parlamento el que lo establece, mientras que en otros, es un acuerdo que se produce entre los editores y libreros.
En el siglo XIX editores y libreros comenzaron a establecer acuerdos para fijar el precio de los libros. A partir de ahí, el resto de los países del mundo se fue sumando a esta tendencia. En la década de 1970 se incorporaron países como España, Argentina y México y el último en introducir esta ley fue Eslovenia, que tomó la decisión en 2014.
Aquellos que defienden la fijación de precios señalan que al ser los libros objetos de cultura, deben de ser tratados de una forma distinta del resto de los productos que se comercializan, además de considerarlos un asunto de importancia nacional.
También señalan la importancia de esta medida para asegurar la supervivencia de las pequeñas librerías y para permitir que los lectores puedan acceder a una mayor diversidad de libros.
Para los que no están en desacuerdo con este tipo de políticas, consideran que una medida como la fijación de precios supone un incremento en el precio de los libros. Tampoco comparten la idea de que los lectores tienen acceso a una mayor diversidad de libros o que los editores en países en los que existe este tipo de medidas asumen más riesgos. Están convencidos de que los gobiernos deberían apoyar a la industria editorial mediante una política imaginativa orientada a la alfabetización y al desarrollo de industrias creativas nacionales.
El estudio también incorpora una tabla en la que se presentan los sistemas de fijación de precios en los países en los que está en vigor.